Creo que todas aquellas personas que sabemos preparar una mochila para varios días o hemos hecho del alpinismo y la montaña nuestra forma de vida, podemos trasmitir un mensaje de ánimo a todos los que se les viene el mundo encima por el mero hecho de no poder salir de casa, o no poder entrenar.
Creo que el entrenamiento más importante que debemos ejercitar es el mental y me atrevo a decir que éste es un buen examen que nos pone a prueba nos guste o no (aprovéchalo).
Cuando estas en una pared durante varios días y aprendes a vivir con lo justo, te sientes un privilegiado ante los pequeños caprichos como beber agua sin racionarla, comer sin miedo a que se termine la comida o dormir en una cama con colchón.
Ésta es de forma muy resumida una mentalidad alpina.
Somos animales de queja fácil y suelo predicar en mis círculos cercanos sobre cómo influye nuestra actitud a la hora de contar a otros lo bien o mal que lo estamos pasando.
Así, cualquiera de nosotr@s tras dos días sin comer, exáusto por el esfuerzo y clínicamente deshidratad@s, tras dormir sin saco en una repisa y con temperaturas realmente extremas, somos capaces de decir convencid@s, que lo hemos pasado de maravilla y le recomendamos la experiencia a nuestr@s mejores amig@s.
Si somos capaces de entender cuán importante es nuestra actitud ante lo que ocurre, debiéramos ver con cierta facilidad el hecho en sí de quedarnos en casa con todas las comodidades, que por estar habituados a ellas, hemos dejado de valorar.
Este estado de alarma nos tiene que hacer recapacitar y sacar de nosotros lo mejor, y debemos de entender que mal está quien sufre el contagio, quien le atiende en su trabajo y quien no tiene las necesidades básicas cubiertas.
Creo sinceramente que el resto no tenemos derecho a la queja y que la queja en sí ya es una acción insolidaria.
Quieres quejarte? No quiero escucharte. Quieres aportar algo? Te escucho.
Sólo es el punto de vista de uno que ama la montaña y los valores que se están perdiendo.